Grandes tragedias…


Cada vez que hay una gran tragedia, es como si un terremoto emocional sacudiera innumerables personas, afectándolas no solamente en el momento sino en su forma de ver el mundo y por lo tanto, en su futuro.

Cuando una gran tragedia personal ocurre, similarmente el ser es sacudido en sus bases, siendo afectado enormemente por lo que pasó. Puede ser la pérdida de un ser querido, un fracaso laboral o una enfermedad terminal, esto va a tener un efecto duradero en el individuo.

En este momento, como un náufrago perdido en alta mar, la persona busca apoyo en su situación, tanto en la forma de una solución como en consuelo y confort, y si bien la espiritualidad o religión normalmente no ofrece soluciones a tragedias, especialmente las que implican la pérdida de algo irremplazable, sí entrega un poderoso soporte al individuo.

Las tragedias implican un cambio más allá del mismo concepto del cambio; es la crisis o el caos que desubica una persona, que la hace olvidar lo más profundo de su ser, sus valores y principios. La espiritualidad devuelve al ser su sentido de orientación más personal, su conexión con los valores más íntimos y le hace recordar… recordar quien realmente es.

Y cuando el ser sabe quién es, las grandes tragedias podrán ser superadas, dejando lecciones en vez de cicatrices, oportunidades en vez de pérdidas.


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