La cuestión de la fatiga de decisión
Hace unos años, un amigo mío fue a comprar un desodorante. Yo
estaba con él, pero me quedé en la entrada del supermercado con la persona que
nos estaba recibiendo. Después de veinte minutos, empezó a preocuparse: ¿cuánto
tiempo tardaría en elegir un desodorante? Fui a comprobarlo, y allí estaba él,
mirando fijamente un pequeño estante con solo unas pocas opciones… Veinte
minutos, y seguía sin decidirse.
Ahora imagina a alguien como él, pero al final de un día largo y
agotador. Todavía necesita llamar a tres personas, comprar un regalo, rellenar
un formulario de trabajo y completar el papeleo del viaje. Cada pequeña
decisión suma hasta que el cerebro se siente como si se agotara.
Un informe oficial me llamó la atención: Cuando gente buena
toma malas decisiones. Claro que cualquiera puede cometer un error por
ignorancia, mala planificación o presión, pero a veces, incluso personas muy
buenas y competentes toman malas decisiones debido a otro factor: la fatiga de
decisión. Las personas inteligentes, capacitadas, capaces y dedicadas cometen
errores por el agotamiento de escoger y decidir una y otra vez.
Esto es lo que los psicólogos llaman fatiga de decisión.
Como explica la psicoterapeuta Natacha Duke, no se trata de una condición
médica, sino de un fenómeno muy real: mientras más decisiones tomas a lo largo
del día, más agotado te sientes mental, emocional y físicamente. Las decisiones
las toma el intelecto, o buddhi (sánscrito), que es tu función ejecutiva (la
parte de ti que decide, planifica y prioriza). Empieza a fallar y cuando este
falla, también falla una buena decisión.
Por eso, bomberos, pilotos y médicos suelen recurrir a protocolos
y listas de verificación, que reducen las decisiones innecesarias y ahorran
energía para dedicarla a las cruciales. Quizás puedas crear protocolos para tu
propia vida, adaptados a tus necesidades, o simplemente empezar a crear
hábitos, simplificar rutinas y tomar "break de decisiones" (un
período de reflexión, desconectar de circunstancias exigentes, meditación).
Marcará una gran diferencia.
Quizás también haya un lado más espiritual en esto. No todas las
decisiones tienen que tomarse a través de la lógica. Algunas decisiones se
vuelven más fáciles cuando hacemos una pausa, respiramos, meditamos y
conectamos con una mayor claridad. Las mejores decisiones surgen de una mayor
calma.
Así que, la próxima vez que estés frente a un estante, ya sea de
desodorantes o de decisiones cruciales a la vida, recuerda: a veces la mejor
decisión es dar un paso atrás, despejar la mente y solo entonces, toma una
buena decisión.
 
 
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