¿Qué necesita el mundo y por qué me debe importar?


Empezamos a hablar sobre el ikigai en posts anteriores. Hoy exploraremos otra de sus dimensiones.

Ikigai es sobre como restaurar el equilibrio y no hay dudas que el colectivo en el que vives depende mucho de ti para su armonía, siendo al mismo tiempo un factor fundamental para que te sientas en equilibrio.

En un equilibrio normal o estático, es fácil darse cuenta cuando se pierde: en una balanza, un plato caerá al suelo, y en una gangorra, una persona estará en el piso, mientras la otra está arriba. Restaurar el equilibrio es agregarle más peso al otro plato de la balanza o que la persona en el suelo, en el juego de la gangorra, empuje con sus piernas, alzándose nuevamente.

El equilibrio es dinámico cuando ocurre en movimiento: tu cuerpo que se mantiene respirando y con el corazón latiendo mientras lees este texto, tu mente que genera diversos pensamientos sobre temas diferentes y reacciona ante las situaciones que pasan, tu matrimonio, tu familia, tu trabajo, tu vida…

Para recuperar este equilibrio cuando falla, solemos poner peso en el otro lado de la balanza, es decir, al desequilibrarnos con el trabajo, trabajamos más y el problema pasa a la familia que solucionamos con un costoso regalo, que nos hará trabajar más, para tener más problemas con la familia...

El ikigai implícitamente sugiere que entiendas mejor porqué vives, qué amas, cómo es tu relación con el entorno y desde ahí tome decisiones hacia un cambio. Nuestro enfoque en este post es la relación entre el individuo y el mundo.

Tal vez sea mejor que no pensemos en el mundo como el planeta entero, sino el mundo compuesto por la conexión entre individuos y la materia que los rodea. En un primer nivel, están la familia, amigos, compañeros de trabajo directo, clientes, proveedores, vecinos inmediatos, gente con quien la persona se relaciona en alguna frecuencia de cierta constancia; agreguemos a eso la casa, las calles, el clima, etc.

Este mundo se ha expandido y tenemos otros niveles donde aunque la constancia es menos, sigue habiendo influencia de parte de la persona o de los demás. Por ejemplo, los amigos de las redes sociales, organizaciones donde la persona sirve o toma servicio, incluso conmigo que se dedicó a escribir este artículo…

La base de la relación con el mundo parte de una pregunta: ¿cuáles son las necesidades del mundo que yo puedo satisfacer en alguna medida?

La respuesta, por un lado, implica reconocer tu propia misión, aquello que está presente en cada acción siempre que experimentas profunda satisfacción. Por otro lado, es necesario que te conectes con tu vocación.

La vocación es el llamado que todos recibimos de la vida, del universo, de Dios o de algo superior. Aunque no necesariamente, es lo que hace que alguien renuncie a un trabajo muy rentable a cambio de algo que le llena internamente, a pesar de no llenar su cuenta bancaria. La relación entre la misión y la vocación está en esa satisfacción profunda que existe dentro del ser, pero mientras la misión es parte de un destino por cumplir, la vocación es una tendencia a vivir.

Dentro del equilibrio dinámico del ikigai, al alinear tu vida según u misión y vocación, lo que hagas servirá el mundo, y cuando pasas a atender a las necesidades del mundo, naturalmente trabajarás tanto tu misión como tu vocación.



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