¿Por qué no abrazamos nuestros enemigos?

Cuando uno entra en un camino espiritual, igual que en varios aspectos de la vida diaria, tenemos nuestras preferencias... En una de las etapas de este camino mío, me gustaba mucho escuchar a las clases de Sister Denise Lawrence. Sus ejemplos eran muy claros, la energía del alma era (y sigue siendo) bien poderosa y su inglés, perfecto.

Uno de los ejemplos que a Denise le gustaba mucho dar era como si aparece un tigre delante de ti, debes abrazarlo. Aunque según ella provenía de alguna mitología oriental, la imagen se quedó muy fuerte en mi mente. Me pregunto: ¿Cuántos tigres ya he abrazado? ¿Cuántos tigres he rechazado, luchado y vencido? ¿Cuántos tigres me han comido vivo...?

Porque la imagen del tigre, que más tarde remplazaría con la bestia (de La Bella y la Bestia), para mí significa todo aquello que puede quitarme mi felicidad, paz, amor, salud, bienestar y lo que me ha sido valioso.

También significan enemigos y en una época de elecciones en varios países, el aumento de la competitividad, y personas tirando ácido en otras o protestando contra algo, no puedo dejar a un lado la imagen de esa figura en nuestras vidas.

Confieso que nunca he sentido que tuviera un enemigo. Sí, hay muchas personas que no me quieren, creo, y hay muchas personas que aunque ame, no hago esfuerzos reales para conversar o entablar una relación. Para mí, la idea de un enemigo es como algo de novela, la necesidad de que el héroe siempre tenga un antagonista. Por eso, en algunas obras de ficción que he escrito, no logré ubicar la imagen del enemigo... Me parece vacía, irreal.

Pero cuando pienso en aquellos que nos hacen sufrir. En aquellos que nos maltratan, ahora o en el pasado pero cuyas heridas siguen pulsando. Pensemos en aquellos que no invitaríamos a nuestros cumpleaños o que, de tiempos en tiempos, eliminamos sus números del directorio de nuestros celulares. Aquellos tigres que rugen como en la fuerte imagen creada en Les Misérables, destruyendo nuestros sueños y esperanzas.

Muchas veces, estos tigres abusaron de nosotros. O simplemente nos quitaron algo que era muy importante. Independiente de lo que sea, independiente de que esos tigres deban o no ser castigados por la justicia común, hay dos elementos fundamentales para alguien espiritual.

El primero es que siempre estamos en total control de nuestras propias vidas. Mientras un tigre físico realmente te puede quitar un brazo que jamás crecerá, en el caso de un tigre humano, sí, puedes recuperarte. Parte del trabajo de ser espiritual es el reconocimiento de mi propia grandeza, de mis cualidades propias y el vínculo que establezco con una energía superior, una fuente que me dará lo que necesita para sanar, vencer y ser mejor que antes.

El segundo elemento es que una persona espiritual no tendrá odio hacia otros. Siempre tendrá buenos deseos y amor puro del corazón, este es el abrazo que ella da en el tigre, pues entiende que la otra persona también tiene sus fallas y problemas. Con la espiritualidad, no solo puedes sanarte, sino ayudar a otros a sanarse.

Y cuando abrazas a un tigre, en mi experiencia, un día te das cuenta de su belleza y potencial, de su grandeza. Quizá un día, ese enemigo se considere tu amigo, uno de los tesoros más valiosos que puedes tener.

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