Ser no-violento


Ser no-violento y no-violenta en un mundo donde las soluciones pacíficas parecen irse agotando no es tan sencillo como parece, pero es el camino que escogí seguir hace muchos años.

La no-violencia realmente no es algo político o social, no pertenece a ninguna ideología o religión, género o raza, ni siquiera es propiedad humana; es algo natural que surge de tres principios básicos:
  • Siempre hay una solución distinta al conflicto; ayuda tener el cuadro completo de la situación y tu vida en mente.
  • Soy responsable por mis acciones, palabras, emociones y pensamientos. Los demás me afectan, pero soy el gobernante de mi propia existencia y no permito que lo externo determine cómo me deba sentir.
  • Autosatisfacción; como un ser, tengo todas las herramientas para alcanzar este estado mental. Al estar satisfech@ física, mental, emocional y espiritualmente, la mayoría de las causas de conflicto simplemente deja de existir.

En realidad, reconozco que puede dar la impresión de que ser no-violent@ es ser un poco tonto… Entonces, te quiero contar una historia que me tocó mucho cuando la escuché.

En la India, la no-violencia es uno de los principios más elevados, trabajado por Gandhi, y lleva el nombre de ahimsa. Se cuenta que había un sabio de la India que solía viajar a varios lugares a pie, sin ningún tipo de protección, ni siquiera zapatos.

Un día, pasando por un pueblo, le advirtieron que en el sendero que iba había una serpiente muy peligrosa, que ya había atacado a varios, y por lo tanto era mejor cambiar de ruta. El sabio decidió seguir por esa misma ruta, con la total fe de que su estado de no-violencia le protegería.

Después de una hora, se encontró con la serpiente y el sabio tomó la decisión de no darle mucha atención, siguiendo su camino… A la serpiente no le gustó, lo amenazó y lo siguió a toda velocidad, pero no logró llegar al sabio. Ella se quedó asustada con la actitud de este humano, pues estaba acostumbrada que son simplemente sisear ya les daba miedo a las personas y  se ponían a correr. Concluyó que este humano debía ser muy poderoso para no tenerle miedo.

Tras una media hora de persecución, por fin la serpiente desistió y le habló al sabio (recuerda que es un cuento…): ¿Qué hace usted para no tener miedo? Todos los que pasan por mí siempre están asustados, lo que hace que no logren ir tan rápido, siempre los alcanzo. Pero con usted es distinto…

Al escuchar lo que la serpiente le decía y sentir que ella realmente quería aprender algo, el sabio se detuvo y empezó a enseñarle. Durante 7 días, él compartió con la serpiente ideas espirituales muy elevadas y le enseñó a meditar, una herramienta que le garantizó le iba a traer mucho beneficio. Al final, siguió su viaje, con la promesa de un pronto retorno.

Después de un tiempo, un grupo de muchachos apareció por ese mismo lugar; en el pasado, uno de sus compañeros había sido atacado por la serpiente, así que iban con mucho temor de que algo más les pasara, llevaban palos y piedras. Su sorpresa fue que al llegar al área donde ella vivía, la vieron ahí, completamente expuesta; en ese momento, ella estaba meditando y les pareció a ellos que miraba algo en el horizonte de forma muy rara.

Tímidamente, decidieron tirarle unas piedritas, pero la serpiente no se movió y ni siquiera le prestó atención a lo que le hacían. Entonces, llenos de valentía, los muchachos la atacaron…

La serpiente sobrevivió y tardó varios días para volver a recuperar su salud normal. Lo que más le motivaba era pensar que pronto su gurú volvería a pasar por ahí, en el regreso de su viaje.

Tras un tiempo, el gurú apareció y encontró su inusual discípula todavía en fase de recuperación. Con mucha misericordia, le ayudó a recuperarse de sus heridas y por fin, cuando la serpiente ya estaba completamente sana, le preguntó que había sucedido.

Ella narró los acontecimientos, enfatizando que no los culpaba porque recordaba que ellos ya habían sido atacados por ella. También hablaba con orgullo como se había mantenido totalmente en un estado de ahimsa.

Al cabo de su narrativa, el gurú la premió con sus palabras por el espíritu que demostró y la dedicación que tuvo, pero paró de hablar y se limitó a sonreír. Al cabo de un tiempo, la serpiente le preguntó si había hecho algo de malo, a lo cual el gurú contestó: Fue bueno que no usaste la violencia, pero la pasividad tampoco es positiva. Lo opuesto a ser violento no es ser pasivo; podrías haber mostrado más iniciativa y asertividad. Mira, por lo menos, podrías haber siseado…

Después de todo, ahimsa no es solo hacia los demás, es también hacia uno mismo. En vez de contraatacar, la próxima vez busca comprender al otro, encuentra alternativas para responder a la situación, reconoce tu propia satisfacción interior y, si es necesario, sisea





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