Culpable… ¿o no?

Al crecer con mi prima, una de las cosas que recuerdo es que cuando alguno de nosotros rompía algo, el que lo hacía inmediatamente culpaba a otro. Era casi chistoso ver la cara de confusión de la abuela que no sabía a quién castigar por tal acto.

Décadas después, este tipo de comportamiento ha seguido y se ha generalizado en el mundo entero, pues es mucho más fácil culpar a alguien más que asumir la culpa.

Sin embargo, no estamos hablando de un vaso o un florero; muchas veces se tratan de problemas serios ambientales, relacionales o de salud, donde el chiste termina cayendo en el que no asume la culpa.

En algún momento, detuve esto. Aún no es 100%, pero al menos todas las veces que me siento mal por algo que pasa no culpo a nadie… ¿Qué hago entonces?
  • En primer lugar, verifico qué sucedió y que yo haya
    hecho mi parte en el tema. Es importante entender cuál fue mi participación.
  • Cambio la perspectiva de culpa a responsabilidad. Los culpables van a la cárcel, para no hacer nada por un largo tiempo; una persona responsable es querida por todos, pues se sabe que siempre encontrará soluciones.
  • Mando energía positiva a la situación. Sé que las cosas no salieron bien, pero aun así mando lo mejor de mí, sino físicamente, al menos mentalmente.
  • ¿Se puede hacer algo? Para mí esta pregunta es clave y si la respuesta es sí, me concentro en ella, no en el problema. Si la respuesta es no…
  • Busco no martirizarme por el error. Sí, cometí el error, además de no culpar a nadie, tampoco culparé a mí. Me enfoco más bien en evitar que algo así se repita.



Tal vez al generar un ciclo de responsabilidades en algún momento podremos solucionar la realidad.

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