Cuando hay que ser flexible (3er. poder)


Mucho de lo que vivimos no puede ser cambiado, al menos por un largo tiempo. Alguna enfermedad (propia o de alguien muy cercano), una situación económica específica, incluso aspectos como el físico o la inteligencia; todo parece conspirar contra una persona.

Entonces, viene el sufrimiento, la sensación de injusticia divina y la tradicional pregunta: "¿Por qué esto me pasa a mí?"

En realidad, para situaciones de largo plazo, o plazo indeterminado, no es conveniente tratar de ser tolerante. Es necesario aprender a adaptarse.

En esencia, la adaptación es como un río que fluye por la tierra. El río se adapta al terreno que tiene, el tiempo pasa y el terreno empieza a adaptarse al río. Pero, primero viene el río y su necesidad de adaptarse a las situaciones. Entonces, con el tiempo y paciencia, un día, el terreno cede y el río gana más espacio.

Con el ser humano, el poder de adaptabilidad, o acomodación, le da la misma capacidad. Primero, la persona se adapta al terreno en que vive. Con amor y aceptación, con un corazón leve el ser acepta lo que la vida le dio.

Entonces, con el poder de esta adaptación, pacientemente el terreno va siendo cambiado. Cuando menos espera, la persona se siente libre y completa, viviendo la vida que siempre soñó.

Para obtener este poder específicamente, se debe meditar y experimentar levedad en el alma. A través de conectarse con Dios como el amigo, se le explica la situación en que se vive. Él entonces brinda al alma poder para continuar con esa situación.

Si experimentas esto, tu sufrimiento disminuirá sensiblemente.

¡Un feliz día para ti!

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