Vivir la vida como una flor de loto
Érase
una vez un hombre muy infeliz… Vivía al lado de una mujer muy infeliz, con
hijos muy infelices.
Su
infelicidad era justificada por la situación económica, las innumerables
crisis, la corrupción y la tremenda contaminación. Todos los días, mientras el
hombre y la mujer volvían de su trabajo, y sus hijos de su escuela, era obvio
que el mundo era malo. Sin tonos de gris, o dorado: ¡todo era malo!
Un
día, lograron algo increíble: viajaron a la India… Lo que solo comprobó que
todo estaba mal, pues en todas partes, veían, escuchaban y olían lo malo que
había en el mundo condensado en uno de los países más antiguos del planeta. Después
de varios días de tremenda incomodidad, fueron a conocer un lago – el transporte era
simplemente ¡espantoso! Y el lago… más bien era un lugar lleno de lodo – con
bellas flores de loto.
Lo
primero que la infeliz familia vio y sintió fue la fealdad del lago, su
suciedad y falta de buen mantenimiento, pero algo pasó dentro de cada uno y
gradualmente empezaron a apreciar el loto que, formidable, crecía sobre esa
basura líquida sin perturbarse. Tras un rato, podrían jurar que olían su suave
fragancia más fuerte que los malos olores que venían del lago.
Desde
este momento, vieron la India como si fuera la primera vez: las caras
sonrientes de la gente, los increíbles y vibrantes colores, el festival de
buena comida y los exquisitos aliños y aromas. Poco a poco, su infelicidad fue
cambiando.
Al
volver a su casa, apreciaron como nunca la ciudad donde vivían, su vecindario e
incluso los muebles de su residencia. Al volver al trabajo, la pareja descubrió
que era en realidad un lugar espléndido, con muchos aprendizajes, y se divirtieron
mientras compartían historias y escuchaban a los demás. Mientras tanto, los
niños, al volver a su escuela, encontraron retos fascinantes y oportunidades
interminables, redescubriendo sus amigos. Algo común entre todos ellos: no
paraban de sonreír.
Su
primera noche de regreso fue maravillosa, así como las noches que vendrían por
los próximos años. Aunque todo en la apariencia seguía igual, esas personas sí
pudieron cambiar, pues pasaron a ser como una flor de loto: en medio del lodo,
pero conservando su fragancia.
Y tú, ¿cuándo despertaste el loto que eres?
¿Cuánto todavía te dejas afectar por el lodo en el que existes?
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