Vivir sin esperar…
Las expectativas hacen parte de nuestra sociedad y podrían
ser clasificadas en las siguientes categorías:
- Fruto del amor. Son las expectativas que surgen del corazón para que la otra persona sea más feliz y o esté mejor, por ejemplo, de los padres hacia sus hijos al querer que tengan una vida próspera y feliz.
- El efecto Pigmalión. Es el deseo puro de una persona para que otra se supere a sí misma y se convierta en algo mejor; por ejemplo, cuando un jefe ve el potencial en un empleado suyo de volverse gerente.
- Efecto Galatea. Es la expectativa que creo hacia mí mismo, explorando mi propio potencial y la posibilidad de su desarrollo completo. Aunque yo no esté bien económicamente, sé que un día tendré mi propia empresa.
- La olla de presión. Las expectativas pueden servir para manipular e incluso forzar un comportamiento en otras personas conectadas al que tiene expectativa. Eso genera problemas tanto para el que espera algo de otros, como a los otros; mi hijo tiene que ser médico, es lo único que le hará feliz / ¡No quiero ser médico! Pero ¿cómo les digo a mis padres?
- Fuente de desilusiones. Cuando se crean expectativas sin sentido, sin una base clara y sin conexiones profundas o relaciones, como la expectativa que un pueblo tiene del desempeño su equipo de fútbol.
En realidad, las expectativas son normalmente proyecciones
personales, así que tratamos de que otros sean lo que no pudimos o no logramos
ser. Aunque suene negativo, no todas las expectativas son malas y sin duda no
nos desarrollaríamos tanto como seres humanos si no hubiese aquellas que son frutos del amor y definitivamente es más fácil progresar cuando otros y tú
mismo esperan que progreses.
El problema es que fácilmente el efecto Pigmalión puede convertirse en una olla de presión…
¿Qué pasaría si viviéramos sin expectativas? O, por lo menos,
¿evitáramos las expectativas del tipo negativo?
En primer lugar, podríamos disfrutar más de la persona tal
como es, sin preocuparnos sobre lo que podría
ser. Eso nos ayudaría a tener una visión distinta de cada persona.
El segundo beneficio puede ser el de dar espacio a los demás
a que se equivoquen, aceptando el crecimiento orgánico y natural que cada ser
tiene.
Por último, probablemente brindaríamos más apoyo puro e
incondicional, sin exigencias o facturas escondidas.
¿Es posible o es una utopía? Te invito a que hagas el
experimento de realmente aceptar el otro tal como es, reduciendo o destruyendo
tus expectativas, haciendo que el otro más bien exprese sus metas, objetivos y deseos,
apoyando en lo máximo posible.
Espiritualmente hablando, te invito a algo más retador: mira lo espiritual del otro, aquello que es inmutable e inmortal. Enfócate en
esa alma que está en contacto contigo o a quien ves en una pantalla de
televisión, y desea lo mejor de ti a ella, independientemente de que esté
haciendo o cuál sea su potencial.
Me gustaría que además de que experimentaras con este tema,
compartieras tus resultados… ¡Espero leerlos!
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