Humildad y Autoestima

Uno de los juguetes de infancia que más me gustaban era la gangorra. Sin darme cuenta, era un juguete que no solo entretenía, sino también nos enseñaba a manejar relaciones.

En realidad, aún sigo jugando lo mismo con otras personas o conmigo mismo; ya no voy a un parque, pero existe esta gangorra sutil que me entretiene, ocupa mi mente y me hace reflexionar sobre las diversas conexiones que tengo.

La gangorra es un ejemplo práctico del equilibrio dinámico que debemos vivir todo el tiempo. En el caso de las relaciones indica cuando debemos relacionarnos con el otro, de qué forma y qué resultados nos llegarán. ¿Recuerdas? En la infancia, no faltaba el niño aburrido que se plantaba en el suelo, otro que gritaba por su mamá mientras estaba arriba a una altura increíble… A veces tu pareja no quiere salir de su espacio y te encierra junto con ella, o tu mejor amigo está molesto con algo y no se relaciona bien contigo.

Pero eso no es nada si comparamos a la gangorra que pasa dentro de nuestro ser. Por curiosidad, te pregunto: ¿Cuál es el equilibrio dinámico con el cual tienes más dificultad?

En mi caso, considero que equilibrar la autoestima y la humildad es vital. Mientras la primera me da la sensación de autocontrol, amor por el propio ser y me anima a progresar, la otra me ayuda a aprender, relacionarme con los demás y me anima a escuchar más, desarrollando así mi sabiduría.

Mucha autoestima termina en arrogancia y nos volvemos ciegos a nuestros propios errores, lo que nos impedirá a la larga, cambiar. Mucha humildad nos hace estar propensos a ser humillados por los demás. Las dos virtudes juntas y podrás conquistar el éxito que es tu derecho…


¿Cuál es tu equilibrio dinámico favorito, importante o el que más tienes que trabajar?
Meninos brincando, Cândido Portinari, 1944

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