Ser muy inteligente es ser muy sensible
Se acostumbra medir la inteligencia según viejos parámetros
que normalmente tienen en cuenta un solo tipo, el lógico-matemático.
Sin embargo, esa definición le quitó vida y corazón a la
inteligencia. En realidad, si ves en películas o series de televisión normalmente
la persona más inteligente es fría y calculista, sin corazón y posiblemente un científico
loco, listo para conquistar el mundo…
En Eureka, una teleserie americana, la idea era diferente. Sí,
no faltaban las personas frías, pero en una ciudad de personas inteligentes es
el brillante tonto sheriff quien se
encarga de descubrir lo que nadie más era capaz. Es fácil de identificar que de
lejos el personaje desempeñado por el actor Colin Ferguson supera a los demás
por su sensibilidad y provoca una revolución en esa ciudad, pues la sensibilidad
pasa a ser valorada…
Después de todo, la relación entre diversos eventos y
personas no es algo linear y unidimensional; es desafiador, multidimensional,
cíclico e imprevisible. La inteligencia normal y corriente no es apta para un
mundo tan complejo.
La sensibilidad activa el otro cerebro, si prefieres pensar
así, o bien se conecta con la espiritualidad que todos tenemos, pues cuando nos
concentramos en lo espiritual, lo material asume otra forma. La sensibilidad
espiritual viene del silencio, del desapego, del amor incondicional y la paz
profunda interior del ser.
Esa sensibilidad única entrega a la inteligencia la
capacidad de la intuición, lo que la complementa, ayudándola a comprender lo
invisible e intangible que siempre está presente en cualquier evento o persona.
Meditar accede esa sensibilidad que todos tenemos y te ayuda
a ser más inteligente. Y más sensible.
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