Viviendo con lobos
Un viejo
cuento hablaba que dos lobos luchaban mucho y al preguntar al contador quién
ganaría, la respuesta era sencillamente: El
que alimentes…
Uno de los lobos
representaba todo lo que tenemos de malo: la ira, lujuria, envidia, rencor, mal
humor, el deseo de comer brócoli (bromeando…). El otro, lo que tenemos de
bueno: la calma, el amor, la habilidad de perdonar, el buen humor, etc.
Con los
años, sin embargo, me di cuenta que las cosas no son tan sencillas así. Si bien
hay partes de mí que claramente reconozco que son malas y otras buenas, hay
algunas que pueden ser malas en ciertas situaciones, pero me sirven en otras
como algo positivo. Lo mismo sirve al revés.
Por ejemplo,
la ira es mala y no tengo dudas de eso, pero muchas veces esa ira ha protegido
mi muy cansado ego… Así que por algunos momentos, la ira me pareció buena y
aprecié su compañía. Un ejemplo contrario es el de ser generoso con las
personas que a veces aprovechan y te engañan.
Vivimos con
manadas de lobos que están entremezclados y es difícil discriminar los buenos
de los malos. Sin embargo a la hora de darles
de comer, es importante verificar qué estoy haciendo…
- Al alimentar uno de estos lobos, ¿de qué manera estoy teniendo en cuenta lo que quiero que prevalezca en mi actitud y consecuentemente en mi vida?
- ¿Qué tipo de contentamiento recibo por alimentar tal tipo de emoción?
- ¿Cómo es mi yo ideal y qué tipos de lobos deben ser alimentados?
Al hacer
esta verificación antes de expresar una emoción o dejarla tomar cuenta de tu
mente o acciones, eso refinará tu ser como un todo y te entregará una
percepción de la vida desde una perspectiva de autoempoderamiento.
Después de
todo, los lobos solo sobreviven y se manifiestan cuando tú les das de comer…
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