Mirando hacia atrás en mi viaje digital
Hace muchos años, comencé mi vida en internet en el mundo de las
redes sociales, como creador de contenido. Hoy, me gustaría tomarme un momento
para revisar ese viaje, no solo los resultados visibles, sino los aprendizajes
silenciosos en el camino.
A nivel personal, este camino ha sido rico y exigente a la vez. He
tenido la oportunidad de ofrecer luz, pequeña o grande, a la vida de otras
personas. Ya sea a través de reflexiones sobre eventos actuales, compartiendo
sobre meditación o simplemente explorando las muchas capas de la
espiritualidad, he podido hablar desde el corazón. Al mismo tiempo, he estado
aprendiendo constantemente: cómo navegar por las mareas cambiantes de las redes
sociales, cómo conectarme de manera más significativa y cómo dar forma al
contenido de una manera que refleje tanto la verdad como cuidado hacia los
demás.
Por supuesto, no ha estado exento de desafíos. El tiempo y la
energía para planificar, escribir, grabar y editar pueden ser enormes. Y con
las plataformas cambiando sus políticas y algoritmos, llegar a las personas a
veces se ha sentido como tratar de hablar a través de una espesa niebla. El
mensaje está ahí, pero ¿se escucha?
Cuando pienso en aquellos que reciben lo que comparto, quiero
creer que aporta algo positivo: un espacio para respirar, reflexionar, aprender
o simplemente sonreír. Me imagino a alguien haciendo una pausa en su día y
sintiéndose un poco más aterrizado, con algún contenido positivo iluminando sus
vidas. Esa es la esperanza silenciosa detrás de cada publicación.
Sin embargo, no puedo negar que hay un silencio ensordecedor. La
ausencia de comentarios o interacción me hace preguntarme: ¿Hay alguien
allí? ¿Encuentran lo que buscan? Es un tipo extraño de soledad, hablar tan
a menudo y escuchar tan poco a cambio.
Aun así, continúo, no por los números, sino por el significado.
Porque incluso si solo unas pocas personas encuentran un momento de paz,
claridad o comprensión a través de lo que comparto, entonces este camino ha
valido la pena.
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