Cuando relacionarse con otra persona es… duro…
Relaciones son la base de nuestra sociedad, pero su función
principal es que, como individuos, ellas ayudan a que ciertos aspectos de nuestra
personalidad se desarrollen.
Al sostener relaciones saludables, la persona se vuelve más
humilde, con un mejor humor o es capaz de tolerar más las situaciones adversas;
cuando una de esas relaciones se enferma
por alguna razón – conflictos, desaparición, etc. – la humildad se puede
convertir en la sensación de humillación, el humor en sarcasmo o las situaciones
adversas en serios obstáculos.
Por eso pasa que al relacionarse con otras personas difíciles,
aunque la fácil solución sería simplemente abandonarlas, tratamos una y otra
vez de mantener la relación…
No estamos hablando de relaciones tóxicas que sin duda
merecen una reflexión, soltar y seguir; en casos normales, cuando hay enfermedades en la relación, como esta
es clave para el crecimiento personal, se debe buscar una forma de sanarla.
Aquí van unos tips que pueden ayudar:
- Asumir la responsabilidad personal en una relación. Eso evita por un lado el juego de culpas y aprovechamos para desarrollarnos aún más como seres humanos.
- Diálogo. Esta herramienta de comunicación es bastante efectiva, pero poco practicada; implica una conversación donde le damos espacio al otro y, probablemente tras un previo acuerdo, nos damos espacio a nosotros mismos para la libre expresión, dejando que la conclusión de forma orgánica surja.
- Reflexión personal. Salir de la situación y aislarse por un tiempo, dándose permiso a comprender qué está pasando y cuáles son las soluciones posibles, es fundamental. Retiros o simplemente escribir en un bello jardín son muy efectivos.
- Meditación. Invitar a la otra persona a meditar puede ser algo que ayude sutilmente a solucionar situaciones duras.
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