El árbol de la humanidad
Una de las cosas que más me sorprende es lo cuanto no logramos salir de una civilización que compite y segrega. Noticias de conflictos interraciales en Estados Unidos, irrespeto por pueblos indígenas en América Latina y el largo camino que las mujeres aún tienen que hacer para probar que tienen la misma capacidad del hombre, son algunas cosas que observamos en el panorama mundial.
Pero peor que eso es el intenso conflicto interreligioso. No podemos negar que ha habido cierta evolución al respecto como, por ejemplo, ir de un papa que rompió un poderoso protocolo al orar en una iglesia convertida en un templo de otra religión a papas que han extendido las manos a las demás religiones e incluso se han reunido con
ateos.
Sin embargo, falta mucho. No solamente hay conflictos entre grandes religiones - como islamismo y cristianismo - como dentro de las mismas religiones. ¿Por qué?
En realidad, del punto de vista espiritual, la humanidad es como un árbol. La semilla es Dios y la raíz es el momento en el que vivimos, en el cual buscamos cambiar de forma consciente el mundo, por primera vez en la historia en esta dimensión.
El tronco inicial e indivisible es una civilización antigua, donde la religión de todos era la paz. O sea, no había una religión formal, sino que era la espiritualidad seguida en cada paso del cotidiano.
En algún momento el árbol se divide y del tronco surgen innumerables ramas. Lo que nos damos cuenta es que las ramas surgen para darle soporte y apoyo al árbol, entregándole lo que necesita para poder seguir desarrollándose más y más. No existen para competir...
Si bien la percepción de cada rama es distinta, vale la pena recordar la famosa frase de Niels Bohr: Lo opuesto a una pequeña verdad es una falsedad; lo opuesto de una gran verdad es otra gran verdad.
En otras palabras, cada rama tiene sus razones y su sentido. Cada rama es la única para aquellos que pertenecen a ella, pero no es ni mejor ni peor que otras ramas. Todas son valiosas y necesarias en el proceso de la humanidad.
Un experimento interesante sucedió en Bogotá, en el 2014, como parte de una gran campaña. La Catedral principal de la ciudad abrió sus puertas a otras religiones y grupos espirituales. No solamente permitió que hablaran ahí, divulgando un mensaje, sino que una dinámica fue realizada y los diferentes líderes leyeron el mensaje de otro grupo. Tal vez por primera vez un musulmán leyó el texto escrito por un hindú...
En la esencia, somos lo mismo. Las diferencias no nos separan, nos enriquecen. Al pensar en el árbol, no olvidemos su semilla, Aquel que está más allá de toda religión.
Pero peor que eso es el intenso conflicto interreligioso. No podemos negar que ha habido cierta evolución al respecto como, por ejemplo, ir de un papa que rompió un poderoso protocolo al orar en una iglesia convertida en un templo de otra religión a papas que han extendido las manos a las demás religiones e incluso se han reunido con
ateos.
Sin embargo, falta mucho. No solamente hay conflictos entre grandes religiones - como islamismo y cristianismo - como dentro de las mismas religiones. ¿Por qué?
En realidad, del punto de vista espiritual, la humanidad es como un árbol. La semilla es Dios y la raíz es el momento en el que vivimos, en el cual buscamos cambiar de forma consciente el mundo, por primera vez en la historia en esta dimensión.
El tronco inicial e indivisible es una civilización antigua, donde la religión de todos era la paz. O sea, no había una religión formal, sino que era la espiritualidad seguida en cada paso del cotidiano.
En algún momento el árbol se divide y del tronco surgen innumerables ramas. Lo que nos damos cuenta es que las ramas surgen para darle soporte y apoyo al árbol, entregándole lo que necesita para poder seguir desarrollándose más y más. No existen para competir...
Si bien la percepción de cada rama es distinta, vale la pena recordar la famosa frase de Niels Bohr: Lo opuesto a una pequeña verdad es una falsedad; lo opuesto de una gran verdad es otra gran verdad.
En otras palabras, cada rama tiene sus razones y su sentido. Cada rama es la única para aquellos que pertenecen a ella, pero no es ni mejor ni peor que otras ramas. Todas son valiosas y necesarias en el proceso de la humanidad.
Un experimento interesante sucedió en Bogotá, en el 2014, como parte de una gran campaña. La Catedral principal de la ciudad abrió sus puertas a otras religiones y grupos espirituales. No solamente permitió que hablaran ahí, divulgando un mensaje, sino que una dinámica fue realizada y los diferentes líderes leyeron el mensaje de otro grupo. Tal vez por primera vez un musulmán leyó el texto escrito por un hindú...
En la esencia, somos lo mismo. Las diferencias no nos separan, nos enriquecen. Al pensar en el árbol, no olvidemos su semilla, Aquel que está más allá de toda religión.
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