Éxito, a veces un fracaso
La desenfrenada búsqueda por el éxito en un mundo como el nuestro acaba generando muchas veces lo opuesto de lo que queríamos...
En épocas pasadas, normalmente el éxito tenía un momento para venir. Después de un proceso de larga maduración, la persona se daba cuenta que su vida había llegado a lo máximo en términos de carrera, familia y energía personal. Eso era acompañado de una sensación de bienestar, que es recordada como la experiencia casera que pensamos al hablar de siglos pasados.
La base principal del éxito antiguamente eran los valores humanos, la expresión de la espiritualidad personal. Esos valores servían de amortiguador a ciertos efectos negativos que puede tener el éxito, como la arrogancia o el deseo por reconocimiento de otros.
Los valores no se compran, son aprendidos y tardan tiempo en madurar en la personalidad; así que cuando el éxito llegaba a la persona, ya la encontraba lista para recibirlo.
No había ni siquiera la idea del éxito, pues era natural; todo ser humano llegaba a eso, de una forma u otra, así como en la naturaleza siempre llega a las diversas plantas o animales..
Pero hoy... Hoy en día, tenemos personas con menos de quince años que llegan al éxito internacional, mientras que otras personas de sesenta se sienten defraudadas por la vida. ¿Qué pasó?
Por un lado, se cambió la base para el éxito y de ser integral, pasó a estar basado en sensaciones humanas físicas. Hoy en día, ocupar un cargo ya da la experiencia de éxito, no importa si la familia esté en pedazos o la salud, amenazada.
Es hora de repensar el éxito... Es hora de desarrollar más los valores y tener la paciencia de recoger lo que se sembró en su momento debido. No significa no progresar en la carrera, pero hacerlo de forma equilibrada, siempre priorizado valores como la paz y la tolerancia.
En la medida que hagamos eso, no tendremos que perseguir el éxito.
Él llegará a nuestras manos y lo recibiremos como el premio natural de un agricultor de la vida que sembró las semillas correctas.
En épocas pasadas, normalmente el éxito tenía un momento para venir. Después de un proceso de larga maduración, la persona se daba cuenta que su vida había llegado a lo máximo en términos de carrera, familia y energía personal. Eso era acompañado de una sensación de bienestar, que es recordada como la experiencia casera que pensamos al hablar de siglos pasados.
La base principal del éxito antiguamente eran los valores humanos, la expresión de la espiritualidad personal. Esos valores servían de amortiguador a ciertos efectos negativos que puede tener el éxito, como la arrogancia o el deseo por reconocimiento de otros.
Los valores no se compran, son aprendidos y tardan tiempo en madurar en la personalidad; así que cuando el éxito llegaba a la persona, ya la encontraba lista para recibirlo.
No había ni siquiera la idea del éxito, pues era natural; todo ser humano llegaba a eso, de una forma u otra, así como en la naturaleza siempre llega a las diversas plantas o animales..
Pero hoy... Hoy en día, tenemos personas con menos de quince años que llegan al éxito internacional, mientras que otras personas de sesenta se sienten defraudadas por la vida. ¿Qué pasó?
Por un lado, se cambió la base para el éxito y de ser integral, pasó a estar basado en sensaciones humanas físicas. Hoy en día, ocupar un cargo ya da la experiencia de éxito, no importa si la familia esté en pedazos o la salud, amenazada.
Es hora de repensar el éxito... Es hora de desarrollar más los valores y tener la paciencia de recoger lo que se sembró en su momento debido. No significa no progresar en la carrera, pero hacerlo de forma equilibrada, siempre priorizado valores como la paz y la tolerancia.
En la medida que hagamos eso, no tendremos que perseguir el éxito.
Él llegará a nuestras manos y lo recibiremos como el premio natural de un agricultor de la vida que sembró las semillas correctas.
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