Equilibrio entre ser ambicioso y ser espiritual

Por mucho tiempo, ambición ha sido considerada un vicio. De forma indiscutible, al menos entre los católicos, ser ambicioso era peor que, por ejemplo, ser lujurioso. Después de todo, los ricos no tenían lugar en el cielo...

Pero eso generó una verdadera presión en el inconsciente colectivo humano. Después de todo, ¿cómo defines la fina línea entre ambición y éxito? O, ¿cómo alcanzas el éxito sin ser ambicioso? Como el éxito es natural a todos los seres vivos, y la ambición estuvo condicionada como la vía para llegar al éxito, se generó una verdadera corrupción social donde por un lado, se hablaba de la pobreza como una virtud, mientras por otro lado se acumulaba riqueza. Una hipocresía sin sentido; después de todo, ¿qué hay de malo en ser rico y exitoso?

Vinieron los años 70, 80 y 90, donde la normalidad en tener y ser exitoso fue valorada y, como un péndulo, pasamos a considerar eso como natural. Pobreza pasó a ser un peligroso y terrible defecto...

Tal vez lo mejor es entender qué pasa internamente. Sí, queremos éxito, pero el ser tiene su propio "punto de éxito" y es fácil reconocerlo: si no lo alcanzamos, hay una insatisfacción o desilusión constante. Si lo alcanzamos, hay total satisfacción en el ser, uno se siente el campeón del universo, pero sin sentirse mejor que nadie; es una conquista personal importante e inspiradora. Y si lo superamos, además de lo anterior, queremos compartir, ayudar y enseñar a otros, y dejar que todos sientan el éxito.

Sin embargo, cuando hay ambición, el panorama es otro. Si no alcanzamos nuestro "punto de éxito", reaccionamos negativamente. Hay ira, protestas, furia y acusaciones por todos lados, lo que genera un total debilitamiento del ser. Si llegamos al éxito o incluso si lo pasamos, eso no nos trae satisfacción. Todo lo contrario, siempre encontraremos una falla, algo que nos faltó, en otras palabras, "el prado del vecino siempre será más verde".

El método para evitar la ambición, sin perder la natural búsqueda del éxito, es tener una visión clara del futuro, unos objetivos y metas claros. Además, recordar que el éxito no es solo medido por logros físicos, sino por la satisfacción integral que genera, ya que la persona tiene logros espirituales, emocionales, etc.

Si te sientes ambicioso en algún momento, medita o contempla sobre la vida. Mira la realidad con otros ojos y experimenta el placer interior. Después de todo, como seres, siempre estamos en un estado de bienestar, es solo acceder a este, lo que equilibra los deseos y vuelve a centrar el ser en el natural logro del éxito.

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