Empacando maletas
A pocos días de mi viaje, ya empiezo a empacar maletas. O juntar maletas... voy juntando todo en un rincón, ordenado por lo menos para mí (esto va en tal maleta, lo otro irá en la otra...) y así puedo incluso darme al lujo de empacar una o dos horas antes de salir.
Entonces, pienso sobre la maleta interna que cargo. Es una maleta razonablemente pesada - son 44 años llenándola constantemente. Con un trabajo espiritual que me he propuesto, la he logrado suavizar un poco, eliminar muchas de las traumas, apreensiones, situaciones que han sucedido en mi vida.
Sé que todavía falta mucho para terminarla de empacar. Sé que falta mucho por aprender en la vida, mucho por liberar y dejar ir, dejar volar. Sé que todavía hay mucho que hacer, pero sé también que no debo perder el coraje y el aliento en hacerlo.
Porque las oportunidades siempre surgen, y una maleta leve me permite verlas y seguirlas. En mi vida, me enfrenté con innumerables puertas cerradas. Durante un buen tiempo, de forma terca y casi obstinada, traté de abrirlas a la fuerza, hasta que me di cuenta que mientras trataba de abrir una puerta (tan obstinada como yo en estar cerrada), otras tantas puertas se abrían y se cerraban. Aprendí con el tiempo de que si una puerta no se abre ante mis deseos, es porque otras me están esperando.
Cuando mi atención se enfoca en lo negativo, en lo que "no puedo", lo refuerzo. Sí, la puerta se cierra aún más...
Así que cargo siempre en mi maleta esta lección: si me enfoco lo positivo, lo refuerzo. No, no siempre la puerta se abre (a veces...) pero no voy a estancarme por ello. Nada en el universo, nadie en el mundo puede detenerme de lograr lo que tengo que lograr.
Es una lección leve, no pesa nada, nunca me la voy olvidar.
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